Este relato lo escribí a finales del año pasado, para el 1er Certamen RaEntropía.
En el cual quedó como finalista del concurso, a espensas de que salga en el siguiente número de la revista Entropía, os lo dejo aquí para que podaís disfrutar de él.
Un encuentro definitivo
Nervios, muchos nervios. Estomago revuelto,
nauseas. Eso es lo que siento en estos instantes. No, no estoy embarazada. Es
viernes, he salido de trabajar a toda prisa, he llegado a casa y me he dado una
ducha. Ni he comido, no me entra bocado. ¿El porqué de todo esto? esa respuesta
es fácil. Lo espero a él.
Todo empezó hace apenas unas semanas, lo conocí
por internet, algo que le pasa a mucha gente en estos tiempos que corren. Desde
el principio noté una conexión especial entre los dos. Era una persona que, aún
escondiéndose detrás de una imagen falsa, enganchaba y mucho. No sé, pero me
sentía atraída hacia él, como una polilla a la luz. – Hola. – le saludé.
Y esperé, y esperé su respuesta que no llegaba. Cuando me cansé, e iba a apagar
el chat, escuché el famoso pitidito que anuncia un nuevo mensaje. En ese
momento mi corazón dio un vuelco, y corrí a abrir de nuevo la pantalla de
mensajes. –¡Sí! – chillé como una loca. – ¡Me ha escrito! – Rápidamente abro la
ventanita de la conversación. ¡Joder! no carga... ¡Ahora, ahora!...¡No! se me
ha bloqueado el ordenador. Como una loca lo reinicio. ¿Porque siempre que
muestras interés por algo, se te queda la pagina colgada? Es muy frustrante que
te pasen estas cosas. Cuando por fin se reinició el dichoso ordenador, cargue
la pagina del chat. Y ahí estaba, el misterioso hombre que me había enganchado.
– Hola ¿qué tal? – y ya está, con ese simple saludo me sentía las más feliz del
mundo. Comenzamos a hablar, cada día era más intenso. Más de una noche
jugábamos online. Nos decíamos palabras subidas de tono, lascivas. Ambos nos
provocábamos. Decidimos intercambiar nuestros teléfonos, de esa manera podíamos
estar más en contacto. Se podía decir que en menos de un mes nuestra relación
iba creciendo día a día y los sentimientos entre ambos iban en aumento. Pasamos
de mensajes a diario, a también llamarnos por teléfono. Podíamos hablar durante
horas y no ser conscientes. La primera vez que hablamos por teléfono, me
asombró. Tenía una voz grave, de hombre maduro. De esas que cuando las escuchas
te cautivan e imponen. Me tenía totalmente hipnotizada. Disfrutaba cada
conversación con él, sus historias, sus anécdotas, todas sus vivencias las vivía
como mías, como si las hubiese compartido con él. Nuestras constantes
conversaciones, no hacían más que acrecentar el deseo en nuestro interior. Lo
que nos llevó a tener la conversación que ambos esperábamos. Conocernos.
–
Cielo, deseo tenerte. Quiero follarte. Necesito verte. – así de claro era, pero
para que engañarnos, ambos deseábamos que ocurriese.
–
Y ¿Que tienes pensado? ¿Coger un avión y presentarte en Barcelona? – Después de
todo, el vivía en Portugal. El tema distancia era un pequeño impedimento. Y la
economía de ambos no es que ayudase mucho.
–
Sí, de hecho, de eso quería hablarte. – ¡oh oh! pensé mientras esperaba a que
hablase. – Mañana cojo un vuelo, llegaré sobre las cinco de la tarde a
Barcelona.
–
¿Cómo? – no me podía creer lo que acababa de escuchar de su boca.
–
Que mañana estoy allí contigo cariño. No puedo aguantar más, necesito sentirte,
tocarte, hacerte mía. – Mi corazón iba a mil por hora. Jamás nadie me había
dicho esas palabras, nadie había hecho algo así por mí. Este hombre me volvía
loca.
El
resto del día lo pasé organizándolo todo. La gran ventaja de ser soltera, es
que la casa en la que vivo es solo mía. No tengo que rendir cuentas a nadie de
a quien meto en casa o dejo de meter. Por lo que, era una gran ventaja, ya que
no teníamos que gastar dinero en habitaciones de hotel. Fui a hacer la compra,
la suficiente para que no tuviésemos que salir en todo el fin de semana, a no
ser que nos apeteciese. Limpié a fondo y lo dejé todo listo para su llegada. No
sabría explicar cómo me sentía. Estaba como en una nube, no me parecía real. El
pensar que al día siguiente, por fin, iba a poder tenerle entre mis brazos.
Sentir sus caricias, sus besos, su calor. Era una sensación maravillosa. De vez
en cuando miraba el móvil, revisaba los mensajes, tenía miedo de que llegara alguno
de él, diciéndome que finalmente no venía. Pero no, ese mensaje nunca llegó. Y
me fui a la cama, me acosté nerviosa, aún me quedaban unas cuantas horas hasta
que llegase. Pero como al día siguiente trabajaba, la espera se me haría menos
eterna.
Por
fin es viernes, me levanto y voy directa a la ducha. Ya queda poco, tan solo
diez horas y mi sueño de hará realidad. Me voy al trabajo, ahora ya solo quedan
ocho horas, que largo se me va a hacer el día. Gracias a dios el día laboral es
bastante entretenido, por lo que las horas se me pasan rápidamente. Entre y
entre he ido recibiendo algún que otro mensaje, en el que me decía que ya tenía
la maleta preparada y que en unas horas besaría mis labios. Por fin salgo del
trabajo, me voy directa a casa, estoy muy nerviosa y no puedo comer. Así que me
dirijo directa a mi habitación y me cambio de ropa. Ya en el baño me miro en el
espejo, me retoco un poco el maquillaje, y una vez me doy el visto bueno, salgo
hacia el aeropuerto. He ido en coche, así después tardaremos menos. Llego a la
terminal de llegadas, previamente me había mandado un mensaje con el número de
vuelo. Localizo una de las pantallas de información y lo busco. Ahí está, el
vuelo IB7035 acaba de aterrizar hace escasos cinco minutos. El corazón se me
acelera, ya está, ya ha llegado. ¿Cómo nos saludaremos? ¿Cómo será nuestro
primer encuentro? Las dudas asaltan mi cabeza. Los nervios se concentran en mi
estomago. La puerta por la que salen los pasajeros, comienza a abrirse y
cerrarse, yo estiro el cuello intentando ver si viene. De repente me suena el
teléfono, lo busco a toda prisa, y no puedo evitar que me salga una sonrisa
cuando veo su nombre en la pantalla. Descuelgo.
– ¿Sabes que eres aún más preciosa en persona?
– Ese saludo nada más descolgar me hizo sonreír y ruborizarme, pero... un
momento.
En
ese instante me di cuenta, de que había alguien a mis espaldas. Me giré con el
teléfono todavía en mi oreja. Y ahí estaba él, con una pequeña sonrisa
instalada en su rostro y mirándome fijamente a los ojos. Unos ojos que se
clavaron en los míos y me atraían hacia él. Sin apenas darme cuenta me abalancé
a sus brazos, que me esperaban abiertos. El abrazo que me dio, significó para
ambos más de lo que pensábamos. Nos necesitábamos, nos habíamos echado de
menos, aún siendo la primera vez que nos veíamos, era como si hubiésemos estado
juntos toda la vida. Cuando aflojó un poco los brazos me retiré lentamente de
su pecho y lo miré directamente a los ojos. Entonces alcé mis manos, las posé
sobre su nuca y lo atraje lentamente hacia mi boca. Lo besé. Ese beso nos
transmitió más de lo que esperábamos, al principio fue lento, suave, dulce.
Pero poco a poco se fue tornando posesivo, pasional. Ese beso significaba que
por fin estábamos juntos, que nos pertenecíamos el uno al otro. La excitación,
y la pasión del momento se apoderó de nuestros cuerpos, que se juntaron y
restregaron el uno con el otro. Nos miramos a los ojos, y solo con encontrar
nuestras miradas, sabíamos que era lo que queríamos, no podíamos esperar más.
Él me dio la mano, y juntos caminamos a paso rápido hacia el primer servicio
que encontramos. Nos metimos en el interior, era el servicio de caballeros. Nos
encerramos en uno de los cubículos. Echó el pestillo y me empotró contra la
pared. – Nena... solo podía pensar en follarte. –
–
Hazlo por favor... llevo esperando esto desde que nos conocimos. – Y no tardó
más. Me cogió las muñecas y las puso por encima de mi cabeza, inmovilizándome y
dejando mi pecho expuesto ante él. Dejo una mano agarrando mis muñecas, y con
la que le quedaba libre fue desabrochando lentamente los botones de mi camisa.
Cuando iba por el cuarto botón no pudo más y se lanzó a por mis pechos, con la
misma mano con la que me había ido desnudando de cintura para arriba, bajo un
poco la copa del sujetador, liberando mi pezón. No dudo en posar su boca en él
y comenzar a succionarlo y mordisquearlo. Gesto que provocó en mi un inmenso placer y provocó que mi espalda se arqueara y se despegase de la
pared en la que me encontraba aprisionada. Soltó mis manos, lo cual agradecí y
las posé sobre sus hombros para después deslizarlas lentamente detrás de su
nuca y atraer su boca hacia la mía. Lo besé con fiereza, dejándole claro que se
dejase de preliminares y me penetrase de una vez.
Captó enseguida mi mensaje y cuando se separó
de mi, desabrochó mis pantalones vaqueros, los deslizó por mis piernas,
dejándolos por debajo de mis rodillas. Al mismo tiempo se había llevado por
delante mi minúsculo pero precioso tanga. Me dio la vuelta – Apoya las manos en
la pared, inclínate y separa las piernas todo lo que puedas. – Esa orden me
excitó, hizo que me mojara mucho más de lo que ya lo estaba. Y así lo hice, me
giré, apoyé mis manos en la pared, incliné mi cuerpo hacia delante y separé,
tanto como me dejaban mis pantalones, las piernas. Escuché como él se
desabrochaba los suyos. – ¿Estas preparada? – asentí con la cabeza. – Porque me
da igual quien entre en el baño. Quiero que te escuchen. Que se mueran de
envidia todos los hombres que entren, por no poder ser ellos los que se encuentren
en mi lugar, aquí dentro contigo, disfrutando de tu coño, húmedo y receptivo
para mí. – Esas palabras... cerca de mi oído, me hicieron estremecer. De
repente note como la punta de su pene se paseaba por toda mi raja, como se iba
lubricando a base de mis fluidos vaginales, provocados por la excitación. Iba abriéndose
paso poco a poco en mi hendidura. – ¡Ahh! – gemí al notar como hacía posesión
de mi cuerpo de una sola estocada. Su pene era ancho, y yo aún excitada como
estaba, tenía la vagina muy estrecha. Algo que a él le proporcionaba aún más
placer. Poco a poco mi sexo se fue acoplando al suyo. Cada vez se expandía más
y acogía mimosa y con gusto su polla. El ritmo de las embestidas era duro,
fuerte. Estocadas cortas combinadas con alguna que otra más larga. A veces
notaba como la sacaba hasta la punta, para después volver a penetrarme
rápidamente. Los jadeos eran constantes, el placer era infinito. Nuestro primer
encuentro estaba siendo apoteósico. – ¿ Te gusta así cariño? –
–
Sí... – apenas pude contestarle.
–
Prepárate mi vida, esto es solo el aperitivo. Cuando lleguemos a casa, no te
voy a dejar descansar ni cinco minutos. Llevo semanas esperando este momento, y
no lo voy a malgastar.
Sus
palabras me volvieron loca, y moviendo el culo hacia atrás para incitarlo,
logré una nueva penetración, que provocó en mi, el mayor placer que había
sentido en mi vida. El debió de notarlo también, pues me pidió que volviese a
hacerlo. Y así lo hice, lo repetí unas cuantas veces más, hasta que un
estallido se expandió por todo mi cuerpo. Haciendo que gritara de placer, me
contrajese y convulsionara, al tiempo de que un maravilloso orgasmo recorriese
mi cuerpo. Haciéndome gozar y sentir lo que jamás antes había vivido. En mitad
de mi momento, más que placentero, pude notar como mi vagina succionaba su
polla. Y como él, me agarraba con fuerza del hombro. Iba a correrse, lo notaba.
Estaba muy excitado por lo vivido desde que aterrizó el avión. Y que los dos tuviésemos
la idea de no esperar a llegar a casa, y meternos en el primer baño público que
habíamos pillado, hizo que él se contrajese de nuevo y comenzara a
convulsionar.
Notaba
como su leche, caliente, salía disparada en mi interior, como él no dejaba de
penetrarme, hasta haber sacado hasta la última gota de su semen y haberme
marcado como suya. Una vez había finalizado se agarró a mi cintura, y me besó
la espalda. Después fue saliendo de mi interior lentamente, y ahí fue cuando
decidí actuar y sorprenderle. Me giré y vi su polla embadurnada de su semen,
mezclado con mis fluidos. No me lo pensé, me agaché. Y dejándoles totalmente
descolocado comencé a darle lametones por toda su largura, hasta que no deje ni
una sola gota de su leche blanca y espesa. – ¡Joder cielo! Eso ha sido... ha
sido increíble. – Me dijo mirándome a los ojos, mientras lentamente me
levantaba del suelo.
–
Ojala no solo fuera un fin de semana lo que te quedases. – Le dije mientras me
terminaba de recomponer la ropa.
–
¿ Y si me quedo? ¿ Me aceptas en tu casa y en tu cama? – Me lo quedé mirando
con cara extraña, no sabía muy bien a qué se refería. – Cielo... –
–
Dime... – le contesté.
–
He venido para quedarme contigo, no hay billete de vuelta. Quiero quedarme,
estar
todo lo que pueda a tu lado.
No
sabría muy bien cómo definir lo que sentí en ese momento. Se podría llamar...
¿Felicidad plena?... No lo sé... Solo sé que el hombre que me acababa de follar
en el baño, el cual había conocido por internet. Y que hoy era la primera vez
que nos veíamos cara a cara, era la persona que hoy, después de quince años,
sigue dándome todo lo que necesito. Sexo, morbo, excitación, cariño y dulzura.
Pero sobre todo me procesa, como yo a él, un grandísimo amor.
Fin....
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