TÍTULO: SET, juegos en red
AUTOR/A: Marta de Diego
GÉNERO: Romántica
AÑO: 2014
EDITORIAL: Alfil
Nº DE PÁGINAS: 172
FORMATO: Digital
FECHA DE PUBLICACIÓN: 29/12/2014
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SINOPSIS:
París, torneo Roland Garrós 2014
Iván de Ángel, tenista de élite, lleva cuatro años seguidos ganando el torneo.
Raquel, entusiasta seguidora del mundo del tenis y dueña de su propio negocio.
Un partido de clasificación, un desafortunado incidente y una mirada fugaz en la distancia.
Iván quiere saber de Raquel, ella no quiere ser una más de su interminable lista. Poco a poco Iván intentará acceder a ella, pero Raquel debe irse para solventar un problema familiar…
¿Qué pasará entre esta pareja? ¿Dejará Raquel que Iván acceda a su corazón? ¿O por el contrario, huirá de él?
Iván de Ángel, tenista de élite, lleva cuatro años seguidos ganando el torneo.
Raquel, entusiasta seguidora del mundo del tenis y dueña de su propio negocio.
Un partido de clasificación, un desafortunado incidente y una mirada fugaz en la distancia.
Iván quiere saber de Raquel, ella no quiere ser una más de su interminable lista. Poco a poco Iván intentará acceder a ella, pero Raquel debe irse para solventar un problema familiar…
¿Qué pasará entre esta pareja? ¿Dejará Raquel que Iván acceda a su corazón? ¿O por el contrario, huirá de él?
PRIMER CAPÍTULO:
CAPÍTULO 1
Iván
París, Torneo Roland Garrós 2014.
Estoy nervioso, este partido está
siendo duro. El británico me lo está poniendo bastante difícil. Llevo más de
dos horas corriendo de un lado a otro de la pista y sudando la gota gorda. Pero
no puedo permitir que me gane, este partido es importante. Si no consigo vencer,
puede costarme mi entrada a la final del torneo. Esto es inconcebible para mí,
llevo cuatro años seguidos ganando. Es algo que no puedo dejar pasar. La
rodilla me duele una barbaridad, en cada descanso aprovecho para ponerme un gel
que me ha proporcionado Arthur, mi entrenador. Casi podría decir que es
milagroso, ya que consigue que pueda rendir en cada set. De repente noto como
el silencio que cubre la pista, se transforma en un… ¡¡¿Tú eres gilipollas?!!” En ese mismo instante, noto como toda la
gente de las gradas fija su atención fuera de nuestro juego. Aston golpea la
pelota, pero a causa de ese grito, pierde la concentración y da a la red. Se
paraliza el juego por la interrupción, e inevitablemente no puedo hacer más que
mirar de donde proviene tanto jaleo.
Dirijo
la mirada hacia la grada de la izquierda y entonces la veo, nuestras miradas se
cruzan levemente y a pesar de la distancia noto algo. Es una chica morena, no
parece muy alta y de pelo largo, recogido en una coleta alta. No puedo verla
muy bien, parece enfadada con el hombre que está a su espalda. ¿Qué le habrá
pasado para reaccionar como lo ha hecho?
Esta
noche no tengo plan y tengo verdadero interés en conocer a esa mujercita con la
lengua tan suelta. Aunque en realidad, no sé porque, pero me da que va a ser
como las demás. Una mujer de las que solo buscan fama y dinero. Pero conmigo lo
tienen muy difícil, no soy hombre que se ate a una mujer. Me gusta disfrutar
con ellas del sexo, oírlas gemir de placer. Pero al día siguiente, con buena
educación, las despacho y si coincidimos algún día… podemos repetir. De momento,
aún no se ha dado el caso de que aparezca alguien que me haga ese “click” que
dicen que hace que el corazón te aletee de felicidad. Eso de las mariposas en
el estómago no va conmigo. La última vez que tuve una pareja, me la jugó. Desde
entonces no he vuelto a creer en las palabras de una mujer. Sufrí mucho, me
hizo daño, me utilizó para adentrarse en el mundo de la prensa rosa,
arrastrándome a mí con ella. Desde entonces los paparazis no dejan de
acecharme, haga lo que haga, esté con quien esté, ya me sacan una novia,
incluso novios. No me molesta, tengo amigos que son gay, lo que me incomoda es
que no me dejen hacer mi vida a mi manera. Tenerlos todo el día detrás de mí es
algo que me vuelve loco. Así que tendré que ingeniármelas para poder quedar con
la morena de la grada, sin que se corra la voz entre los periodistas de prensa
rosa.
Arthur…
él será mi tabla de salvación.
****
Raquel
Mi
cabeza mira a la derecha, después a la izquierda y así continuamente, al ritmo
en el que mis ojos persiguen algo redondo, de color amarillo fosforito. Ese
algo va a mucha velocidad, pasando por encima de una red, plantada en medio de
la pista. De repente, noto como algo líquido resbala por mi espalda. Está frio,
mi blusa se va humedeciendo, al mismo tiempo que mi mala leche va en aumento.
–Pero…¡¡¿Tú eres gilipollas?!!–grito a la persona que ha derramado su bebida
por toda mi camisa. Pero no es hasta pasados apenas veinte segundos, cuando me
doy cuenta de que… estoy en un partido de tenis, donde hay un absoluto
silencio. El único sonido que lo rompe, es el de los tenistas al golpear la
pelota con sus raquetas, acompañado de un gran gemido provocado por cada
esfuerzo. Rápidamente, todos los asistentes al partido, posan su atención en
mí. Llegando incluso, a paralizar el partido y que los dos tenistas, que se encuentran
disputando el torneo, se giren para ver quién es la persona que ha tenido la poca
vergüenza de interrumpir el juego con un grito. Uno de ellos es un británico,
con pinta de estirado, pero que está de toma pan y moja, se llama Aston
Clumber. Pero… su contrincante, ay su contrincante. Rubio, de ojos azules,
físico… creo que podéis imaginaros perfectamente ese físico. Brazos fuertes,
con los músculos bien definidos, unas piernas de esas que te quitan el sentido,
y un culito… ¡Por dios! Que no me entere yo que ese culito pasa hambre. ¿Os he
dicho que es español? ¿No? Pues sí, sí que lo es. Lleva cuatro años seguidos
ganando el torneo de Roland Garrós y yo llevo los mismos viéndole disfrutar de
sus victorias. No, no soy una fan de esas locas que siguen a su ídolo a donde
quiera que vaya. Tampoco soy su novia, pero sí que es verdad, que alguna que
otra vez he fantaseado con esa idea. Algo que puedo contaros sobre mí, es que
me encanta el tenis, desde bien pequeñita. Siempre que he podido, me he
escapado a todos los partidos habidos y por haber. Y desde hace unos cinco
años, que fue cuando descubrí a Iván de Ángel, le sigo y le apoyo desde un
segundo plano, en todas y cada una de sus competiciones.
Él
ni siquiera sabe que existo, bueno, hasta hoy. Después del espectáculo que
acabo de montar, yo diría que un poco sí que se ha dado cuenta de mi
existencia. Diría, incluso, que he conseguido llamar su atención. Y así lo
creo, porque en el mismo instante en que se ha paralizado el partido, gracias a
mi ingenioso insulto, he visto como se ha girado para mirar a la grada y
nuestras miradas se han cruzado levemente. Yo diría que ha habido una especie
de conexión entre los dos, al menos así lo he sentido yo, pero ya no sé si todo
esto forma parte de mi imaginación o si realmente ha sido así. Solo puedo decir
que si antes me gustaba, ahora me vuelve loca, me tiene embrujada. Vamos, que
quiero que sea mío y solo mío, pero en ese tema, existe un pequeño problema…
¡¡Le gustan más la mujeres, que ganar torneos!!
****
Iván
–
¡Arthur! –le llamo. Él me mira intrigado. Al final se ha decidido hacer un
pequeño descanso, a causa de la interrupción de la chica morena de la grada.
–
¿Ocurre algo Iván? –me pregunta intrigado.
–No,
tranquilo. Todo va bien, pero necesito que me hagas un favor.
–Tú
dirás, ¿en qué puedo ayudarte?
–
¿Te has fijado en la chica morena que ha interrumpido el partido? –él asiente.
–Quiero que le des una nota de mi parte.
–
¿Ya estamos con tus rollitos? –me pregunta más serio que de costumbre. –No
quiero más historias tuyas en las revistas.
–
¡Joder Arthur! Ni que estuviese cada día en una portada o metido en distintos
escándalos. –El me mira con cara de ¿en serio vas a usar esa triste excusa
conmigo? –Bueno vale, en algún que otro escándalo sí que he estado. Pero no
provocado por mí.
–No,
tú eres un pobre hombre, que siempre se ha visto involucrado.
–Venga
Arthur, llévale la nota. –le ruego.
–Es
el último favor, de este tipo, que te hago. –siempre dice lo mismo, pero al
final cae. Es un gran amigo, aparte de un magnifico entrenador. – ¿Qué quieres
que le diga?
–Dile
que se reúna conmigo en la suite.
–
¿Primer día y en la suite? –me mira receloso.
–
¿No te parece bien? Es una manera de escondernos de los fotógrafos.
–Contraataco pícaramente.
–Lo
de esconderos me parece bien, pero no en la suite.
–Pues
ya me dirás que hago.
–Déjamelo
a mí. Más tarde cuento.
****
Raquel
Madre
mía, madre mía, ¡¡qué vergüenza!! Me quiero morir, ahora mismo estoy deseando
que la tierra me trague. La gente no deja de mirarme, por el espectáculo que he
formado. Por mi culpa se ha detenido el partido y los jugadores están tomando
un descanso. Aunque a pesar del bochorno que acabo de pasar, hay algo que ha
merecido la pena, al menos para mí. Ahora Iván me ha visto, aunque no sepa quién
soy, pero me ha visto. Se ha fijado en mí, aunque fugazmente, pero para mí ya
es todo un logro.
Noto
como alguien me da un toque en el hombro, al girarme mi cara se va
transformando lentamente. Paso de la vergüenza, a la sorpresa en menos de diez
segundos. Del color rojo al blanco, en menos tiempo aún. ¿Por qué? Porque creo
que me he metido en un buen lío. La persona que ha llamado mi atención,
tocándome el hombro, es nada más y nada menos que el entrenador de Iván. Sé quién
es, porque lo he visto muchas veces en televisión, he seguido su trayectoria
como jugador y ahora como entrenador. Es uno de los grandes en el mundo del
tenis, por no decir el mejor.
–Hola–me
dice. Yo… no contesto, no porque no quiera, sino porque no puedo. –Discúlpeme,
pero ¿sería tan amable de acompañarme?
–Lo
siento, lo siento mucho. No era mi intención interrumpir el partido. Por favor,
no me echen del estadio –el pobre hombre me mira con gesto de sorpresa. –Yo no
quería de verdad, pero este señor de aquí –señalo al causante de mi mala
lengua, –me ha echado encima un vaso entero de cerveza congelada, por la
espalda. No me he dado cuenta de donde estaba y he empezado a despotricar,
antes de pensar –Veo que se le escapa una pequeña sonrisa. –Lo siento, lo
siento, lo siento de verdad.
–Tranquilícese,
no he venido aquí para echarla, he venido para darle un mensaje de parte de
alguien. Pero para ello necesito que me acompañe, es algo privado y aquí hay
demasiadas orejas escuchando. –Lo miro con curiosidad. ¿Un mensaje para mí? ¿De
parte de quién? – ¿Me acompaña, por favor?
Me
levanto de mi asiento, cojo mis cosas y lo acompaño. Echo un último vistazo a
la pista y veo a Iván que me mira fijamente, con gesto serio. Entonces un rayo
de luz atraviesa mi mente. ¿Será posible lo que estoy pensando? ¿El mensaje
será de él? No, no puede ser. Sigo a Arthur por los pasadizos del estadio,
hasta que llegamos a un rincón con poca visibilidad. –Solo le voy a pedir un
favor. Sea discreta.
–
¿Discreta? ¿Qué quiere decir? –me mira extrañado, pero entonces reacciona y se
da cuenta de que no me ha explicado el motivo de porqué estamos ahí. Entonces
saca un papel de su bolsillo y me lo da.
–Lo
siento, en esa nota está el lugar y la hora en la que a Iván le gustaría que se
reuniese con él. De ahí que le pida discreción.
–Perdone,
¿ha dicho con Iván? ¿Iván de Ángel? –el asiente. – ¿Reunirme con él?
–Sí.
–No
entiendo.
–Iván
me ha pedido personalmente, que le entregue esta nota. Quiere conocerla. –esto
es de risa y no puedo más que echarme a reír.
–No
me lo puedo creer, ¿este hombre se piensa que yo voy a acudir corriendo a su
encuentro? Yo no soy como esas mujeres con las que él sale. A mí no me va eso
de hoy te follo y mañana te digo que ya nos veremos.
–Señorita…
–Sí,
ya lo sé. Usted es un mandado, pero precisamente por eso, yo le digo ya una
respuesta. Dígale de mi parte que, puede esperar sentado –me doy media vuelta y
me voy dejando a un descolocado Arthur con la palabra en la boca.
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