
—
¡¡¡Chicassss!!!
¿Decidimos ya a dónde nos vamos de marcha o qué? — dijo Laura levantándose de
la mesa.
—
¿Qué
os parece si vamos a Joy Slava? — preguntó Mónica a su vez.
Todas
contestaron un SÍ al unísono excepto Emma, quien no tenía ni idea de que estaba
haciendo allí. Nunca acudía a cenas entre compañeras, ya que ella se
consideraba como una abuelita al lado de ellas que eran diez años menores. Así que les siguió la corriente, dispuesta a pasar
una noche entre chicas, música y alcohol. Emma es una mujer de cuarenta y tres
años, rubia con ojos de un verde agua, no era muy alta, una estatura media, y
de cuerpo consideraba que para su edad
estaba estupenda. De repente escuchó que Laura la llamaba y la miró.
—
Dime
Laura... ¿Qué me decías?
—
Te
comentaba que si estabas de acuerdo en que fuésemos a Joy.
—
¡Oh!
Sí claro, por supuesto. Vosotras salís más que yo, así que me dejo guiar por
vosotras preciosas. — Las miró guiñándoles un ojo y ganándose la sonrisa de
todas sus compañeras.
Salieron del restaurante y pidieron un par
de taxis para que las llevara. Era el mes de julio, y hacía bastante calor,
todas iban ataviadas con vestimentas fresquitas, con minifaldas y camisetas de tirantes
a juego con sus taconazos. Emma por el contrario, no llevaba minifalda, pero si
un vestido negro de tubo, con un escote de pico y la espalda descubierta hasta
la cintura. Como no, sus Manolos no podían faltar a la ocasión, habían sido su
caprichazo del año, y le sentaban estupendamente.
Cuando llegaron a la discoteca, se
encontraron con una cola larguísima que llegaba hasta la esquina de la calle,
pero por suerte para ellas, esa noche trabajaba Juan en la puerta. Juan era un
compañero, que para sobrevivir trabajaba con ellas por las mañanas en una
oficina repartiendo la documentación interna, y por las noches echaba unas
horas en la discoteca. Al verlas levantó el brazo a modo de saludo, y les hizo
un gesto para que se acercaran. A los diez minutos estaban dentro y con unos
pases para clientes Vip, lo que les daba el privilegio de estar un espacio más
amplio, más fresco y más cómodo.
Al entrar en la sala, sintieron el
fresquito del aire acondicionado y enseguida localizaron unos sofás en los que
acomodarse. Les sirvieron dos botellas de cava y brindaron. De pronto Emma notó
que alguien la observaba y se giró para mirar. Localizó a un grupo de chicos
que estaban reunidos en la barra, y se fijó en que había uno en especial que no
le quitaba la vista de encima. Se puso nerviosa y le sonrió, algo que a él no
le pasó desapercibido. Retiró la mirada de ella, lo suficiente como para
indicarle a su colega que ahora volvía. Emma se quedó petrificada cuando se dio
cuenta de que el chico se le estaba acercando con paso decidido pero calmado.
—
¡Hola!
— Le saludó animado, y todas las chicas se giraron de golpe con una sonrisa
bobalicona. Pero él solo tenía ojos para Emma, las chicas siguieron con sus
cosas y los dejaron tranquilos.
—
Hola...
— Contestó ella tímidamente.
—
Mi
nombre es Eloy... ¿y tú eres? — le tendió la mano, a la vez que esperaba la
respuesta.
—
Pues...
mi nombre... Emma — Agachó la cabeza avergonzada mientras le tendía la mano,
estrechándola con la de Eloy.
—
¿Te
apetece que bailemos?
Emma
se dejó llevar y asintió, así que cogidos de la mano se encaminaron a la pista
principal, fuera del alcance de la sala Vip, bajo la atenta y anonadada mirada
de sus compañeras. Eloy era muy alto, con el pelo castaño oscuro y de ojos
azules. Era de facciones muy marcadas, dándole un aire peligroso que aún se
acentuaba más con la perilla que tenía alrededor de sus labios. Debía tener
unos treinta y tres años. La llevó hasta una zona de la pista en la que ni sus
amigos ni los de ella los observaran desde los cristales. La estrechó contra su
cuerpo y comenzaron a bailar. Emma estaba temblando de nervios, era la primera
vez que bailaba así de pegada a alguien y más siendo un completo desconocido.
El cuerpo de Eloy era ancho, fuerte, con los músculos marcados. Por increíble
que pareciera, ella se sentía protegida.
—
Estas
casada... — eso era una afirmación, más que una pregunta. Emma asintió. — Y sin
embrago aquí estas bailando conmigo. ¿Tienes hijos?
—
Si...
tengo dos, un chico de veinte años y otro de de dieciocho.
—
¿Y
qué pasa con tu marido? ¿Cuál ha sido el motivo por el que has accedido a venir
conmigo?
—
Bueno,
digamos que mi marido y yo estamos en un punto muerto en el que no sabemos qué
sucederá. Lo que no me esperaba es salir con unas compañeras de trabajo a tomar
algo y acabar como estoy ahora mismo.
—
¿Y
cómo estas Emma? — le preguntó Eloy con la voz ronca pegada a su oreja.
—
Pues
estoy, en una discoteca, a la que suelen venir mis hijos, junto a un hombre
totalmente desconocido y que a saber cuántos años le saco, y por el cual
realmente me siento muy excitada.— Eloy gruñó de satisfacción al oír sus
palabras y juntó sus labios con los de Emma.
La
besó con dulzura, le mordió el labio inferior para que ella abriese la boca y
poder introducir su lengua para después entrelazarlas. El besó se tornó cada
vez más sensual y sus cuerpos se juntaban y se acoplaban de tal forma que
parecía como si fueran hechos el uno para el otro. Eloy estaba eufórico, no se
terminaba de creer lo que estaba pasando, desde que la vio llegar se fijó en
ella, la deseo, pero jamás imagino que aceptaría la invitación, y cuando le dio
la mano aceptando su proposición, supo que de alguna manera esa mujer iba a ser
suya.
Emma
se sentía mareada, el beso le tenía la mente
nublada, su cuerpo respondía al de Eloy sin hacer caso a su mente,
finalmente se dejó llevar por la pasión del momento e intensificó más aún el
besó. Le agarró del cuello entrelazando los dedos por detrás y lo atrajo aún más
hacia ella. Él se retiró un poco en busca de calmar un poco su excitación y la
miró a los ojos.
—
Emma...
— suspiró —, sé que es una locura, pero quiero que vengas a mi casa, conmigo,
ahora.
Emma
se quedó paralizada, nunca había hecho algo así, sin duda ese chico era más
joven que ella, estaba casada, aunque su vida sexual quedó relegada a la
oscuridad hace ya un tiempo. Se dejó llevar por las emociones del momento y
tomó su decisión.
—
Deja
que vaya a por mí chaqueta y el bolso y nos vamos.
Eloy
se sintió pletórico, la mujer que le tenía embrujado acababa de aceptar su
proposición. Subieron a la sala Vip y Emma se despidió de sus compañeras
alegando que estaba ya cansada y que necesitaba irse. Ellas la miraron de
arriba abajo, tenía los labios hinchados. La dejaron marchar sin interrogarla
pero le hicieron prometer que les contaría todo lo que había pasado con ese
morenazo que se la había llevado a bailar.
Salieron de la discoteca y cogieron un
taxi. Los nervios flotaban en el ambiente. En menos de quince minutos llegaron
al piso de Eloy, subieron cogidos de la mano. Emma no se podía creer lo que
estaba pasando, pero estaba lanzada. Este chico la tenía como loca, nunca
alguien como él se había fijado en ella, y eso le hacía sentirse más sexy aún.
Sin pensárselo dos veces cuando llegaron a la puerta del piso, hizo girar a
Eloy sobre si mismo y se le tiró al cuello. Comenzó a besarle como nunca lo
había hecho con nadie. La locura y la pasión se habían apoderado de su cuerpo.
Eloy no se lo podía creer, como pudo sacó las llaves de los pantalones, y
mientras la sostenía con una mano rodeándole la cintura, con la otra intentaba
abrir la puerta. Al fin consiguió abrir, y entraron a trompicones al interior.
Como pudieron cerraron la puerta de un solo golpe.
Por sorpresa, la cogió en brazos, y ella
le rodeó la cintura con las piernas. La empotró contra la pared y comenzó a
darle besos y lametones en el cuello, devorándole la boca con fervor.
Restregaban mutuamente sus cuerpos excitándose cada vez más.
Emma
introdujo sus manos entre ellos y le desabrochó los pantalones para poder
liberar el miembro duro que clamaba por salir. A Eloy se le corto las
respiración al notar las manos de ella rodeando su pene, pero aún se quedó más
impactado cuando ella dirigió su enorme erección hacia su hendidura. Entonces
presionando el cuerpo de Emma contra la pared, retiró una de sus manos para
echar a un lado su tanga y poder introducirse en ella. Cuando por fin tubo vía
libre se agarró el mismo su pene y rozó la punta contra sus labios en busca de
la entrada a su interior. La localizó y se volvió completamente loco, de una
sola estocada la penetró, sin importarle nada más que su placer y el de ella.
La movía de arriba abajo, la besaba por todo el cuerpo, pero quería verle los
pechos en movimiento.
—
Nena...
— le dijo entre jadeos. — Saca los brazos del vestido, quiero ver y lamerte los
pechos.
Emma
no lo dudó ni un momento, no llevaba sujetador así que sería un momento. Como
pudo se liberó del vestido y sacó a sus pechos de la cárcel que era su traje y
dejando a unos pezones erectos, expuestos ante la atenta mirada de Eloy. Se
quedó embobando viendo el bamboleo de sus pechos, y clavó la mirada en los
bultitos que sobresalían de ellos excitándolo más. Se abalanzó sobre ellos
lamiéndolos con ansia, succionaba con ganas. Con la punta de la lengua los
acariciaba y los rodeaba volviéndola loca de placer.
Emma
se agarró fuerte detrás de su nuca, entrelazando los dedos en su pelo para
poder impulsarse más, y conseguir más fricción y penetración entre ellos. Notó
como su cuerpo empezaba a tensarse y una ola de calor comenzó a recorrerle el
cuerpo desde la cabeza hasta su sexo. Eloy por su parte estaba totalmente
excitado, esta mujer lo estaba volviendo loco, y de repente notó que Emma
estaba a punto de llegar al clímax y lo mejor es que el también. Le agarró
fuerte de las nalgas y la impulsaba con más fuerza para después dejarla caer y
hundirse del todo en su interior. Tras un par de envestidas más, los dos
gritaron ante el magnífico orgasmo que estaban sintiendo, y se quedaron
abrazados durante largo rato, acompasando sus respiraciones. Eloy levantó la
cabeza y la miró a los ojos. Ella hizo lo mismo. Y de repente fueron
conscientes de lo que había entre ellos y lo que acaba de suceder. Los
sentimientos eran muy fuertes entre los dos y acababan de mantener sexo sin
preservativo habiendo culminado en su interior.
—
Eloy...
— no le dejo acabar, él la besó y se la llevó a la cama donde le hizo una y
otra vez el amor hasta que ella tuvo que marcharse a su casa.
A la mañana siguiente llamo a su mejor
amiga y le contó todo lo que había pasado. Estefi, que estaba al tanto de la
situación con su marido, la animó a seguir viéndose con ese chico, y darse la
oportunidad que se merecía. Con Alejandro no era feliz desde hacía ya mucho
tiempo y la separación de la pareja era inminente. Pasados dos meses en los que
siguió viéndose con Eloy, la llamó para quedar a comer, cuya oferta no pudo
rechazar. Le comunicó que acudiría con su hermano, por lo que ella decidió
invitar a Estefi. Llegaron al restaurante, vio a Eloy junto a un chico muy parecido
a él y casi se desmaya cuando se dio cuenta que eran gemelos. Entraron y los
dos se levantaron de golpe en cuanto se acercaron a la mesa. Emma se puso a su
lado, el la sorprendió cogiéndola de la cintura, le dio un beso largo y
apasionado. Ethan, que así se llamaba su hermano, lo miró enarcando las cejas,
nunca había visto a Eloy de esa manera por una mujer, entonces se fijó en la
mujer que acompañaba a Emma. Era una mujer de pelo moreno, con unos ojos
castaños, con buen cuerpo y alta. Realmente sexy.
Estefi
se fijó también en él, era moreno con los ojos azules como Eloy, alto y de
espalda ancha con los músculos definidos. Los dos se sonrieron, se presentaron
entre ellos porque la pareja no podía separarse ni un segundo. Se sentaron
juntos y parecía que había filin. Por fin los dos tortolitos se sentaron frente
a sus amigos.
—
Bueno...
si nos hacen una foto ahora mismo, cualquiera diría que somos dos matrimonios
disfrutando de una comida...— dijo Eloy, provocando que a sus acompañantes casi
se les salieran los ojos de las cuencas.
Ethan
lo miró enarcando las cejas.
—
¡Tío!
a ti estar enamorado te afecta a la cabeza, háztelo mirar.
Emma
no se lo podía creer, acababa de escuchar que Eloy estaba enamorado de ella. Se
giró para mirarlo con la boca abierta. La miró a los ojos y le cogió de la
mano.
—
¿Has
firmado ya los papeles del divorcio? — ella asintió.
—
Si,
ayer mismo los firmé. — Sonrió
—
Entonces
ya puedo hacer esto...— Se levantó y se acercó a Emma, le cogió la mano, con la
otra se sacó un anillo del bolsillo.
Emma
estaba totalmente abrumada, las lágrimas
pugnaban por salir. Ethan estaba petrificado, nunca se habría imaginado a su hermano
representando semejante declaración de amor. Estefi que estaba sentada a su
lado parecía que iba a desmayarse...
—
Emma,
sé que hace muy poco que nos conocemos, y que la diferencia de edad es algo que
a ti te importa mucho. Pero yo sé que eres la mujer con la que quiero estar. No
quiero a nadie más en mi vida, solo a ti cariño. — ella estaba llorando. —
¿Quieres casarte conmigo? — le pasó un anillo por el dedo.
Cuando
ella se lo miró no pudo reprimir un suspiro, y se abalanzó contra sus brazos.
—
¡Sí!
¡Si, si, si, si! — le repetía ella una y otra vez mientras lo cubría de besos.
Cuando la pareja dejo de procesarse todo el
cariño del mundo, volvieron a sus asientos más felices que nunca. Los del
restaurante a modo de enhorabuena los invitaron a una botella de cava. Eloy
sirvió las cuatro copas, y alzó la suya para proponer un brindis.
—
Por
mi futura esposa y por vosotros. — dijo mirando a Ethan y Estefi — Esperamos
que aceptéis ser nuestros padrinos.
Los
dos se miraron boquiabiertos, a ella se le escapó otra lagrimilla, y Ethan en
un acto involuntario alzó la mano y se la recogió con el dedo. Un gesto muy
cariñoso para dos personas que acababan de conocerse. El futuro matrimonio se miró
y sonrieron con picardía por lo que acababan de presenciar.
—
Cuidado
chicos... que dicen que a veces los padrinos de bodas "solteros",
acaban casándose entre ellos. — Emma le apretó la pierna a Eloy para que le
siguiera la corriente. Se acababa de inventar esa leyenda urbana, pero merecía
ver la cara de los dos implicados.
—
Si,
Emma tiene razón. Nuestra prima se acabó casando con el padrino de boda de su
amiga. — dijo entre risas mientras bebía de su copa de cava.
Ethan
les echó una mirada asesina a la pareja, que no paraban de reírse por lo bajo. Mientras
Estefi se ponía roja como un tomate ante semejante insinuación. Se notaba de
lejos que había algo entre esos dos, pero solo el futuro lo diría. Terminaron
de comer y las chicas se fueron de tiendas a empezar a mirar cosas para la
boda, los chicos se quedaron mirando como poco a poco las dos se iban alejando.
—
¡Tío!
a mí no me engañas. Te ha gustado Estefi. — le dijo Eloy a Ethan dándole un
empujoncito hombro con hombro.
—
¡No
me toques los cojones! — lo fulminó con la mirada, y para cambiar de tema le
dijo — ¿Tenemos una boda que preparar verdad? — Eloy asintió sonriendo como un
colegial — Pues pongámonos manos a la obra.
Pasaron
los días y Emma decidió quedar con sus dos hijos para hablarles del futuro
enlace. Se reunieron en el piso que había alquilado después de haber decidido
que se iba a separar. Sus hijos la apoyaron en todo momento, lo que hizo que el
trago fuese menos amargo. Cuando llegaron a casa de su madre, la besaron en la
mejilla y fueron hasta el sofá que había en el salón para estar más cómodos.
—
¿Qué
ocurre mamá? — le pregunto su hijo menor Izan.
—
Tengo
que contaros algo. — les dijo mirándolos a los ojos.
—
Tú
dirás. Sabes que te apoyamos en todo mamá. — le dijo el mayor, Iñigo.
—
Veréis,
¿os acordáis que hace unos meses conocí a Eloy? — los dos asintieron — Bueno
pues hace unos días me pidió que me casara con él. — los dos dieron un
respingo, no se esperaban esa noticia.
—
¡Mamá!
¿Esto era lo que llevabas ocultándonos tanto tiempo? — Emma agachó la cabeza.
Era
cierto que no les había confesado a sus hijos que se estaba viendo con otra
persona. No lo hizo por miedo a su rechazo.
—
¡No
me lo puedo creer! ¿En que estabas pensando? ¿Creías que no te íbamos a apoyar?
Los dos hemos visto como ha sido tu vida con papá, y créeme cuando te digo que
lo mejor que podías hacer era separarte, rehacer tu vida.
A
Emma se le escapó una lagrima que Iñigo capturo con un dedo. La atrajo hacia él
y la abrazó con cariño.
—
Tranquila
mamá, no pasa nada, pero entiéndenos. No nos cabe en la cabeza que te hayas guardado
esta historia en secreto.
—
Lo
hice por miedo cariño, Eloy es diez años más joven que yo, ¿Que diría la gente?
¿Qué diríais vosotros? — Sollozó de nuevo.
—
Nosotros
te llevaremos orgullosos al altar, y lo que diga la gente no te tiene que
importar, lo que cuenta es que tú seas feliz. — le dijo Izan cogiéndola de la
mano y acariciándosela con cariño. — Eso sí, no más secretos entre nosotros
¿vale mama? — Emma le dio un beso y lo prometió.
—
Eso...
no más secretos de Emma... — Dijo Iñigo poniendo un toque cómico al momento
ñoño que estaban viviendo.
Los
tres se rieron a carcajadas, y pasaron la tarde juntos. Un poco más tarde se
les unió Eloy con el que encajaron desde el primer momento.
Pasaron los días desde la charla con sus
hijos, y la presentación oficial de Eloy. Las horas se les pasaban muy rápido
con todos los preparativos de la boda. Que si las flores, los trajes, la
iglesia, el restaurante. Emma estaba realmente exhausta por todo el esfuerzo.
Eloy que se daba cuenta de todo lo que estaba trabajando su futura mujer, la
compensó llevándosela unos días a un hotel con Spa y todo tipo de tratamientos.
Solo faltaba una semana para la boda, así que unos masajes y unas mascarillas
bajo manos expertas, le iban a sentar de maravilla a Emma. Y por ella el haría
lo que fuera.
Llegó el día de la boda. Emma estaba muy
nerviosa. Llevaba un vestido de color marfil palabra de honor con un cinturón
ancho que acababa en la espalda en forma de lazo y desde donde descendía una
cola no muy larga. Estefi que le ayudaba a prepararse llevaba un vestido de
corte romano de color crema con toque dorados. Ya en la iglesia le esperaba
Eloy vestido con un esmoquin de color negro y la camisa del mismo color que el
traje de la novia. A su lado estaba el padrino quien llevaba puesto un traje de corbata de color
gris plata con chaleco de color morado y camisa blanca.
Emma llegó cogida de ambos brazos por sus
hijos, algo inusual, pero imprescindible para ella. La acompañaron sonrientes
hasta el altar y la dejaron frente al hombre que a partir de ese momento la iba
a querer y cuidar. El cura comenzó la ceremonia, tras una hora de miradas,
sonrisas y nervios se dieron el Sí quiero. Lo sellaron con un beso, nada casto
para estar en una iglesia. Tras besarse con todos los asistentes y hacerse las
fotos de rigor, salieron de la iglesia casi corriendo mientras les lanzaban
puñados de arroz junto con pétalos de rosa.
Llegaron al restaurante, donde disfrutaron
de una suculenta cena. Cortaron la tarta y se reían disimuladamente mientras
veían como sus respectivos padrinos de boda no dejaban de echarse miraditas.
Llegó el momento del baile, y los dos lo inauguraron con un clásico vals e
invitaron a los asistentes a participar. La pista se llenó de gente y cuando
estaban todos en medio de la pista Emma cogió el micrófono.
—
¡Atención!
toda mujer soltera que se ponga en medio de la pista. — le hizo una señal a
Estefi de que ella también debía estar ahí. — ¡Vale! ¡Preparadas...
listas...VA!
Lanzó
el ramo, las mujeres se volvieron locas, pero la que menos hizo por cogerlo fue
la agraciada con el premio. Estefi se quedó bloqueada y su mirada fue directa
hacia Emma que le sonreía y acto seguido a Ethan, que se había quedado como
ella.
Los novios tras varios besos delante de los
invitados, se escabulleron y se fueron de la celebración rumbo a su nueva vida
juntos. Ya sentados en el avión para irse de luna de miel, Eloy le cogió de las
manos y mirándola a los ojos le dijo:
—
Te
quiero princesa.
Ella
lo miró con amor, le besó y le contestó...
—
Yo
no sólo te quiero, sino que te amo.
FIN
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