domingo, 6 de julio de 2014

El secreto de Emma, 1er Capítulo, booktrailer. y CONCURSOS



EL SECRETO DE EMMA

MARTA DE DIEGO


Antes de que continúes leyendo, te interesa saber que aquí tienes un concurso Nacional (España) de libros en papel, incluido este, y otro concurso Internacional de libros en digital.

Y en este otro concurso, de facebook, se sortea El secreto de Emma en modo internacional y en papel, lo único que para poder acceder al concurso tienes que ser del grupo Hechizad@s por los libros






CAPÍTULO 1

–¡¡¡Chicassss!!! ¿Decidimos ya a dónde nos vamos de marcha o qué? – dijo Laura levantándose de la mesa.
– ¿Qué os parece si vamos a Joy Slava? – preguntó Mónica a su vez.

Todas contestaron un SÍ al unísono excepto Emma, quien no tenía ni idea de que estaba haciendo allí. Nunca acudía a cenas entre compañeras, ya que ella se consideraba como una abuelita al lado de ellas, que eran  diez años menores. Normalmente siempre que había una cena, ella se quedaba en casa junto a su marido e hijos, haciendo la cena, planchando y organizando las comidas para los siguientes días. Tenía más bien una vida monótona y tranquila.  Así que  les siguió la corriente, dispuesta a pasar una noche entre chicas, música y alcohol. Total ellas eran las que conocían la juerga madrileña. Así que quien mejor que ellas para pasarlo bien y ¿desmelenarse?...
Emma es una mujer de cuarenta y tres años, rubia con ojos de un verde agua, no era muy alta, una estatura media, y de cuerpo  consideraba que para su edad estaba estupenda. Lleva veinticinco años casada con su marido. Fruto de ese matrimonio nacieron dos niños, Izan  e Iñigo. Aunque ya no eran tan niños, Izan tenia veinte años e Iñigo tenía dieciocho. Ella no era feliz, quería a su marido, pero no estaba enamorada. No se veía capaz de seguir una vida adelante sola, por lo que, gracias al cariño de tantos años y a que tenían buena relación, su matrimonio seguía adelante. De repente escuchó que Laura la llamaba y la miró.

– Dime Laura... ¿Qué me decías?
– Te comentaba que si estabas de acuerdo en que fuésemos a Joy.
– ¡Oh!... Sí claro, por supuesto. Vosotras salís más que yo, así que me dejo guiar por vosotras preciosas. – Las miró guiñándoles un ojo y ganándose la sonrisa de todas sus compañeras.
– Perfecto entonces está hecho. Cogemos taxis y nos vamos.

Se levantaron de la mesa, recogieron sus bolsos y enseres personales. Salieron del restaurante y pidieron un par de taxis para que las llevara. Era el mes de julio, y hacía bastante calor, todas iban ataviadas con vestimentas adaptadas a ese clima, con minifaldas y camisetas de tirantes a juego con sus taconazos. Emma por el contrario, no llevaba minifalda, pero si un vestido negro de tubo, con un escote de pico, que no era muy exagerado pero sí bastante sugerente,  y la espalda descubierta hasta la cintura. Como no, sus Manolos no podían faltar a la ocasión, habían sido su caprichazo del año, y le sentaban estupendamente. Los vio por primera vez en una serie de televisión, y desde entonces ahorró para poder comprarse unos.

Cuando llegaron a la discoteca, se encontraron con una cola larguísima. Llegaba hasta la esquina, pero por suerte para ellas, esa noche trabajaba Juan en la puerta. Juan era un compañero, que para sobrevivir a la crisis que tenía encima España,  trabajaba con ellas por las mañanas en la oficina repartiendo la documentación interna. Por las noches echaba unas horas en la discoteca como portero, ya que gracias a sus anchas espaldas, daba la talla y los chavales se comportaban ante él. Al verlas levantó el brazo a modo de saludo, y les hizo un gesto para que se acercaran.

– ¡Hola chicas! – les recibió Juan
– ¡Juan! – le gritaron todas al abalanzarse sobre él para dale un abrazo.
– ¿Qué tal ha ido la cena?
– Muy bien… aunque nos faltabas tú… – le dijo Laura en tono lastimero. Emma se dio cuenta que entre ellos dos había una mirada especial.
– ¡Ey Emma! ¡Ya era hora de que salieras con estas gamberras de juerga! – Emma se echó a reír.
– Sí Juan, sí. Tienes razón.
– Bueno chicas ¿queréis entrar a bailar un poco? – A los diez minutos estaban dentro y con unos pases para clientes Vip, lo que les daba el privilegio de estar en un espacio más amplio, más fresco y más cómodo.

Al entrar en la sala vip, sintieron el fresquito del aire acondicionado y enseguida localizaron unos sofás en los que acomodarse. Se sentaron mientras se les iba acercando una camarera para tomarles nota de las consumiciones.  Les sirvieron dos botellas de cava y brindaron.

– ¡Por nosotras! – Alzó la copa Laura. – Porque nosotras sabemos divertirnos y pasarlo bien.
– ¡Por nosotras! – Gritaron todas a la vez. De pronto Emma notó que alguien la observaba y se giró para mirar. Localizó a un grupo de chicos que estaban reunidos en la barra, y se fijó en que había uno en especial que no le quitaba la vista de encima.

Era un chico alto, moreno, de espaldas anchas. Una mirada penetrante de color azul cristalino. Las facciones de la cara las tenía muy marcadas. Le daban aire serio y peligroso, que aún se acentuaba más con la perilla que tenía alrededor de sus labios. Se puso nerviosa y le sonrió, se había excitado solo con verlo, algo que a él no le pasó desapercibido. Emma no entendía como con solo una mirada podía sentirse así. Vio como él retiró la mirada de ella, lo suficiente como para acercarse a un amigo para comentarle algo al oído. Emma se quedó petrificada cuando se dio cuenta de que el chico se le estaba acercando con paso decidido pero calmado. Laura notó como Emma de repente se tensaba. –Emma, ¿Qué pasa? – le preguntó. 
Pero a Emma no le dio tiempo a contestar, el chico en cuestión se había posicionado a su lado en ese mismo momento. – ¡Hola! – Le saludó animado, y todas las chicas se giraron de golpe con una sonrisa, y vieron como Emma se iba poniendo cada vez más roja. Él solo tenía ojos para ella. Las chicas, viendo la incomodidad de Emma ante la situación, siguieron con sus cosas y los dejaron tranquilos.

– Hola... – Contestó ella tímidamente.
– Mi nombre es Eloy... ¿y tú eres? – le tendió la mano, a la vez que esperaba la respuesta.
– Pues... mi nombre... Emma – Agachó la cabeza avergonzada mientras le tendía la mano, estrechándola con la de él. Eloy le acarició suavemente la mano mientras se la soltaba.
– Encantado de conocerte Emma. ¿Sueles salir por esta zona?
– No la verdad es que no suelo salir mucho. Esta es la primera noche que salgo desde hace años.
– ¿Habéis ido a una despedida de soltera o algo? aquí hay demasiada mujer junta... – puso cara de susto. – Miedo me dais. – y se echó a reír. Emma lo miró con cara de póquer. ¿Qué manera era esa de entablar una conversación?
– Pues no, de despedida nada, cena entre amigas y compañeras. Y si tanto miedo te damos, ¿qué narices haces aquí sentado junto a nosotras? – esto último lo dijo con el tono de voz, un poco más alto de lo habitual. La pregunta de Emma provocó que todas sus compañeras se giraran, y en consecuencia Eloy se pusiera colorado.
– Lo siento, solo era una manera de intentar romper el hielo. – le dijo en tono alicaído.
– No pasa nada, no te preocupes. Empecemos de nuevo. – le respondió Emma un poco más simpática. En el fondo veía que Eloy lo único que quería era hablar con ella. Conocerla, si es que se podía decir así. Entonces él se levantó y sorprendiéndola aún más si cabía le dijo...
– ¿Te apetece que bailemos Emma? – le preguntó en tono seductor.

Emma se dejó llevar y asintió. Cogidos de la mano se encaminaron a la pista principal, fuera del alcance de las posibles miradas de los asistentes de la sala vip. Eso sí, bajo la atenta y anonadada mirada de sus compañeras. A Emma le daba vueltas la cabeza, no sabía qué era lo que estaba haciendo. Ese chico debía tener unos treinta y tres años. Y ahí estaba ella, cogida de su mano, dejándose de guiar. La llevó hasta una zona de la pista en la que ni sus amigos ni los de ella los observaran desde los cristales. De repente la estrechó contra su cuerpo y comenzaron a bailar. Emma estaba temblando de nervios, era la primera vez que bailaba así de pegada a alguien y más siendo un completo desconocido. El cuerpo de Eloy era ancho, fuerte, con los músculos marcados. Por increíble que pareciera, ella se sentía cómoda, protegida.

La música sonaba fuerte, justo había empezado a sonar  Locked out of heaven de Bruno Mars. Canción más que apropiada para la situación. Sensual y sugerente. Además de una de las canciones favoritas de Emma.

– Estás casada... – eso era una afirmación, más que una pregunta. A Emma eso la pilló desprevenida, pero aún así ella asintió. – Y sin embrago aquí estas bailando conmigo. ¿Tienes hijos?
– Bailar con alguien no tiene nada de malo ¿no? Y si... tengo dos, un chico de veinte años y otro de de dieciocho.
– ¿Y qué te pasa con tu marido? Tengo la impresión de que no van bien las cosas.
– ¿Por qué crees que tiene que pasar algo? – le preguntó un poco enfadada, porque parecía como si él le leyese la mente.
– Es fácil, desde que me he presentado has estado nerviosa. Te sudaban las manos mientras veníamos hacia la pista. Y cuando te he estrechado entre mis brazos no podías dejar de temblar. – Emma lo miró boquiabierta. Jamás se hubiera esperado que Eloy fuese tan observador.
– Está bien, tienes razón. Digamos que mi marido y yo estamos en un punto muerto en el que no sabemos qué sucederá. Supongo que estamos cómodos el uno con el otro. Pero no sé, siendo sincera contigo, lo que no me esperaba era salir con unas compañeras a tomar algo y acabar como estoy ahora mismo.
– ¿Y cómo estás Emma? – le preguntó Eloy con la voz ronca pegada a su oreja.
– Pues estoy, en una discoteca, a la que suelen venir mis hijos. Junto a un hombre totalmente desconocido, que consigue ponerme los nervios a flor de piel. Que consigue despertar todos mis sentidos. Y al que no sé ni cuántos años le saco. Y para colmo es alguien por el cual me siento realmente muy excitada. – Eloy gruñó de satisfacción al oír sus palabras y juntó sus labios con los de Emma.

La besó con dulzura, lentamente. Le mordió el labio inferior para que ella abriese la boca y poder introducir así su lengua. Quería poseer su boca, entrelazar su lengua con la de ella. La buscaba desesperadamente, hasta que la encontró. Entonces el besó se tornó cada vez más sensual y sus cuerpos se juntaban y se acoplaban de tal forma que parecía como si fueran hechos el uno para el otro. Eloy estaba eufórico, no se terminaba de creer lo que estaba pasando, desde que la vio llegar se fijó en ella, la deseó, pero jamás imaginó que ella aceptaría su invitación para bailar. Y cuando le dio la mano aceptando su proposición, supo que de alguna manera esa mujer iba a ser suya.

Emma se sentía mareada, el beso le tenía la mente  nublada, su cuerpo respondía al de Eloy sin hacer caso a su cabeza. Finalmente se dejó llevar por la pasión del momento e intensificó más aún el beso. Le agarró del cuello entrelazando los dedos por detrás y lo atrajo aún más hacia ella. Él se retiró un poco en busca de calmar un poco su excitación y la miró a los ojos.

– Emma... – suspiró –, sé que es una locura, pero quiero que vengas a mi casa, conmigo, ahora. – Emma se quedó paralizada, nunca había hecho algo así, sin duda ese chico era más joven que ella. Estaba casada, aunque su vida sexual quedó relegada a la oscuridad hace ya mucho tiempo. Se dejó llevar por las emociones y tomó su decisión.




1 comentario:

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